Foto de: Hern Justine
Nunca es tarde para recordar la muerte. Por eso es que hemos seleccionado tres calaveritas budistas para ustedes.
Las calaveritas son una forma de poesía mexicana, se escriben y se recitan como parte de la tradición del Día de Muertos celebrada todos los años durante el mes de noviembre. Su origen se remonta al México Virreinal y han persistido hasta nuestros días como una muestra importante de la cultura del país.
La Parca con los budistas
Por Josefina Llera
La Parca en el Himalaya
Meditó por unos días
¡Vaya! me encuentro azorada
¡encontré sabiduría!
Brincaba en los corredores
Los cilindros de oraciones
con sus falanges giraba
resonando bendiciones
La eternidad es presente
Con sus huesos señalaba
entenderla no es difícil
Vivimos con ellas siempre
Con dos féminas amorosas…
Con la Mente y con la Muerte.
Calaverita para Tony Karam
Por Rodolfo Orozco @laletraerre
La huesuda panteonera a Toni se llevó
pues por muy catrina que anduviera
lo bobo le salió
al confundir su karma
con el Karam
que por apellido Toni llevaba
pobre calaquita pobre
no sabe lo que se cargó.
Una meditación mortal
Por Javier Tinajero R. @nuberrante
Ya eran cuarto para las doce
cuando por fin te sentaste a meditar
y no sabías que esa misma noche
La Catrina te iba visitar
A pesar de que hiciste maroma y tantra
y hasta Mahakala te pusiste a invocar
no contabas con que una copiona parca
ya se había puesto a tu lado a respirar
Era tan fuerte su olor a sepultura
que prendiste un montón de incienso
y hasta corregiste tu horrible postura
como si la muerte tuviera atención de eso
Grave error fue ignorar su figura
pues ni despierto con la espalda recta
y hasta con una flor de loto perfecta
la flaca dejaría de pasarte factura
Entonces pusiste la mente en el corazón
o por lo menos esa era la instrucción
pero ni el Phowa ni la magia tibetana
podrían hacerte evadir el filo de la guadaña
El reloj marcó las doce en punto
y la calaca se puso a cantar
aunque astuto te tapaste los oídos
sucumbiste y te pusiste a escuchar
Era tan bella la canción de la Llorona
que hasta se te puso la piel chinita
pero luego viste su podrida trompita
y sentiste que te iba besar la cabrona
La distrajiste con tu última danza
y entonces la tilica se puso a zapatear
bailaste bien el son de la parca
hasta que ya no pudiste respirar
En ese momento viste la luz clara
y supiste que ni Shakyamuni Buda
ni la estatua dorada de Amitaba
iban a evitar el beso de la dientuda
¡Este es el momento de tu muerte!
dijo la huesuda, sonriendo al hablar
¡Pero soy budista!, chillaste fuerte
como si eso a ella le fuera importar
Y ese fue tu último instante
ya habías estirado la pata
cuando un lejano mantra
se escuchaba distante…
Luego Tony dijo en clase:
“con la muerte no se trata
es mejor morir en la raya
que vivir sin chiste y dando lata”.
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